LA GUERRA ESENCIAL
El conflicto entre los dioses.
Todo apasionado por la “Ovniología” sabe de las epopeyas
descritas en el Mahabarata y otros
libros antiguos, y de las tantas pruebas halladas e ignoradas acerca de la
existencia de naves y tecnología imposibles para la época antigua y aún para la
nuestra; pero es muy poca la literatura seria que habla o especula; con
fundamento, acerca de las razones que llevaron al conflicto entre “los dioses”.
Hoy sabemos que toda religión tiene
como origen un mito, una leyenda, una historia narrada y pasada a la posteridad
a través de las generaciones, y es por ello, que toda religión para ser tomada
en serio, tiene que tener tradición, es decir historia. Luego toda religión
debe legitimarse a través de la historia y la memoria de los pueblos.
Para la cultura occidental, tal
tradición está escrita en la biblia. La “nueva religión”, que tiene como
fundamento la vida y hechos de Jesús y sus apóstoles. Está escrita en el nuevo
testamento y es reciente. Tuvo que legitimarse por el antiguo, que valga la
redundancia, era más antiguo, es decir tenia historia a través del pueblo
Judío. Sin el antiguo testamento, el nuevo sería ilegítimo, sin tradición.
¿Por qué no puede haber una nueva
religión?
Porque así como la ciencia parte de un
hecho original que es el Big Bang;
toda religión legítima parte de un hecho original: La Creación, o la aparición
del ser humano, que a través de las generaciones deja su testimonio a su
descendencia. Y en cuanto a legitimación, cuanto más antigua tanto más
legitima.
Es sólo en este contexto que se hace
comprensible la saña con la que la nueva religión a través de la iglesia y
quienes están detrás de ella, destruyeron todo vestigio de culturas y
religiones antiguas que estuvieron a su alcance durante siglos. Sólo desde esa
visión se hace comprensible la destrucción de tesoros como la biblioteca de
Alejandría. La nueva religión debía destruir todo aquello a su alcance que
mermase su legitimidad.
Pero no todo se destruyó. El mundo
todavía era grande para las manos de quienes la quieren destruir. Bajo la
tierra, entre las arenas de los desiertos, en textos que lograron sobrevivir y
en la memoria de los pueblos aún quedaba, y quedan rastros de una historia
legítima.
Tales historias en resumen dicen:
Que los primeros seres humanos fueron
el resultado de la mezcla de la sangre
de un homínido natural del planeta con la sangre de seres que llegaron de más
allá de las estrellas.
Que la razón de su creación fue que
necesitaban obreros para la obra en la tierra y servidumbre placentera a su
mirada en sus moradas en el cielo y en la tierra.
Que luego, estos seres, viendo que las
hijas de los hombres eran hermosas, y que ellos no tenían mujeres,
descendieron apasionados y copularon con ellas dando origen a las razas y entre ellas a una raza de
Gigantes.
El tiempo transcurrió y los humanos se
multiplicaron bajo el techo de una civilización dorada.
Los humanos que hablaban, aprendían y
vivían junto a ellos cuando ellos descendían, sabían que eran sus hijos, y por
ello reclamaron un lugar “en los cielos”, el lugar donde sus padres moraban y
el tiempo no transcurría y, así como ellos, poder burlar a la muerte.
Esto causó división entre los Dioses
creadores de la humanidad.
Por la sangre de Ellos, es decir por
el Espíritu, los humanos tenían derecho a la eternidad, en el reino de los
cielos. Y por la sangre del homínido, es decir por el alma, eran creaturas
mortales, y su lugar era el trabajo en la tierra, en el tiempo, para el solaz
de Su creador en el reino de la
muerte.
Los Gigantes que poseían la ciencia de
las piedras se rebelaron y fueron apoyados por el grupo de los dioses que
querían liberar al hombre de la muerte, el hambre y el dolor.
La
guerra comenzó en el cielo y se extendió a la tierra.
Esta es la guerra que se relata en el Mahabarata, en la que los perdedores fueron los humanos,
ya que los dioses y sus fuerzas se retiraron en una especie de tregua, cada
bando en una región de los cielos.
Una de las consecuencias materiales de
esta guerra es el hundimiento de la Atlántida, cuya leyenda atravesó el tiempo
y permanece hasta la actualidad como el diluvio universal.
Está demás decir que una tregua en las
regiones celestes en las que el tiempo no transcurre, para nosotros pueden ser
milenios, para ellos tal vez sólo sea cuestión de meses o de días.
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